El diálogo efectivo que tiende puentes de armonía y cooperación entre seguidores de diferentes religiones con el objetivo de formar un bloque en común para hacer frente a cuestiones de disputas inevitables o choques entre civilizaciones tiene que ser sincero en sus intenciones, eficiente en su gestión, con participantes que demuestren madurez. Se tratan en él con respeto posiciones doctrinales plurales, y tras él se lleva a cabo un análisis preciso de los resultados, para luego proceder a cumplir sus requerimientos y cerrar las posibles brechas encontradas.
Y en este dialogo es importante tener en consideración las singularidades religiosas de cada parte y, sobre todo, no faltar al respeto o despreciar a la religión o doctrina que los demás profesan.